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Publicado el 30 julio, 2025

Pol Batlle: «Hago cosas por intuición, para que suenen orgánicas, y es una putada porque hoy gusta lo antiorgánico»

Por Conejomanso
Pol Batlle por Xavi Souto - Mallorca Music Magazine
Pol Batlle por Xavi Souto

Pol Batlle (Gavà, 1992) lideró Ljubliana & the Seawolf durante diez años, dos álbumes y un EP. Ha colaborado con artistas como Sílvia Pérez Cruz, Salvador Sobral, Marina Herlop, Nubla, Xarim Aresté o Rita Payés. Desde 2020 viene no expandiéndose, sino simplemente sigue propagándose orgánicamente bajo su nombre propio, en un recorrido que ha latido de momento en el álbum Salt mortal (autoeditado en 2022) y ahora en el EP A caballo voy. Grabado con sus anteriores compañeros de música y espíritu, producido por Ander Agudo, rescata unas canciones que compuso hacia 2018 aún con ellos, cuando pudo volver a escribir después de que el Alzheimer abrumara a su madre y a él mismo. Las presenta este sábado dentro del gran, enorme corazón de música y vida que es el ciclo La Lluna en Vers (Es Fortí de Cala d’Or, 21 h, desde 9 €).

Sábado 2 de agosto a las 21 h.

Pol Batlle en Santanyí (La Lluna en Vers 2025)

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(… al hilo de una conversación previa)

¿Y el mar te trae canciones? Es una pregunta que desde Mallorca siempre hacemos. Piensa que aquí el mar está por todo, alrededor de esta pequeña isla. Lo condiciona todo, los espacios y las cabezas.

Siempre he tenido el mar muy presente. Primero porque nací en Viladecans [localidad costera en el Baix Llobregat], que tiene una playa que se habilitó cuando yo era pequeño. Estaba cerrada de la mierda que tenía. Pasó a ser una de las más limpias, no sé si todavía es así. Y de pequeño también subía a menudo a Vilassar de Mar [en la comarca de El Maresme] porque tenía allí a parte de la familia. Claro, me impregné bastante de la filosofía del pescador, de la barquita, de salir de vez en cuando. Aunque por supuesto en aquel entonces ya no se hacía como forma de subsistencia. Pero sí había dejado poso.

Pues como aquí: todo el que tiene una barquita no es un pescador sino un burgués.

[ríe] Conozco grandes pescadores en Mallorca.

¿Sí?

Amigos como Tomeu Garcias, el trombonista. Es una gran pescador con arpón.

Comencemos con la entrevista: «Florece un destello / que tengo aquí dentro / guardado pa’ ti. / Qué pena que esté entre rejas / y no lo vayas a abrir» [extracto de «Colmena», su primer single en solitario]. Qué pena, o qué sencilla y habitual realidad, que Ljubliana & the Seawolf se convirtieran en unas rejas que había que abrir.

Esta canción llegó en un momento muy particular. Todos encerrados en casa por el confinamiento. Ljubliana se quedó en stand by, no sabíamos qué hacer o decir. Esa sensación general de ¿y ahora qué? En entonces sucedió que tenía grandes amigos músicos con los que siempre había querido trabajar pero no encontrábamos el tiempo. En concreto Kquimi Saigi [coautor de la canción], que ya había sido teclista en la última época de Ljubliana. De hecho, excepto cuatro cosas que he metido yo, «Colmena» es suya. La preparó en su casa en aquel momento, y yo hice la letra y cuatro efectos de voz. De eso trata la letra, de esa imagen tan potente de pensar en todas las personas encerradas en pisos, casas, en esa colmena. Algo que hoy día es bastante parecido, igualmente distópico, con todo eso de las casas colmenas que quieren hacer en ciertos países asiáticos para poder meter en espacios muy pequeños a una cantidad ingente de personas.

En tu texto de bio en Spotify hay una palabra que se repite dos veces: pausado. Cabalgas, constante, pero pausado.

¡Olé! No me había fijado.

Cabalgas constante, pero pausado.

He visto cómo mis padres han puesto en primer plano sus carreras profesionales. Son técnicos de teatro, primero mi madre era escenógrafa y pintora, mi padre mimo y fotógrafo. Todo confluyó en un director técnico de espectáculos y una regidora y escenógrafa según el proyecto. Viví aquella prioridad suya, primero porque les gustaba, pero también por el sustento económico que parecía lo más importante. Pero la frecuencia de trabajo era desmesurada, a menudo frenética. Y todo eso es algo que quiero cambiar. No quiero que mis hijas tengan esa percepción. Si esa decisión pasa por dejar de trabajar un poco, estaré encantado de sacrificarlo. Porque ahora es el momento en el que puedo vivir a mis hijas de primera mano, después cuando se hagan mayores ya llegará el momento en el que me digan «mira papá, vendré el domingo, y mejor si me haces un táper». No quiero perderme estos momentos. Supongo que de ahí viene lo de poner dos veces «pausado». También porque antes de llegar las niñas, la enfermedad de mi madre, un Alzheimer atípico a los cincuenta años, me generó un antes y un después en mi vida. Una situación muy oscura, de mucha reflexión, depresión… Parece una situación ante la que sentir pena, pero también es algo muy crucial en la vida cuando conoces de primera mano el dolor, o las cosas que nos incomodan, también eres capaz de ver con mucha más claridad la otra parte de la moneda, que son las cosas que te hacen bien, aprender a escucharte. Todo eso fue la gran semilla que ha provocado que quiera vivir así, la paternidad de esta manera. Ha sido un trip en toda regla.

¿Cuándo le enseñabas tus canciones a tu madre? ¿Cuándo te surgía la idea, ya como quien dice acabada?

Hasta los dieciocho años la atosigaba [ríe]. Me encerraba y tocaba a muerte, y claro, se lo comía con patatas desde el salón de casa. Siempre me apoyó mucho, eso estuvo muy guay, pero también era muy exigente. Nunca fue «eh mi niño qué bueno eres», qué va [ríe]. Era un «has de aprender a cantar».

¡Qué cañera!

«Hazte unas clases pero ya». Muy crítica, en plan «tendrías que estudiar un poco más de guitarra que no te suena muy bien. Ya hablaré con un amigo que es muy buen guitarrista…». Me apoyó mucho, pero con un constante «tendrás que currártelo mucho si quieres vivir de ello, porque no es fácil». También me decía siempre «no firmes nunca un contrato sin mirarlo bien todo antes». Todo eso se refleja también en mi forma de ver la música. No creo mucho en la industria. No porque no funcione, pero no me dice nada.

Tiene que existir, claro.

Claro, y a quien le funcione y esté en el ruedo, fantástico. Eso es coraje y lo respeto mucho. Pero yo busco otra cosa en la música, lo más pequeño, más íntimo, más sutil y mágica. Creo que es una herramienta de cambio colectivo e individual poderosísima. Me gusta centrarme en eso, y lo que venga, vendrá. No lo veo como una empresa. «Objetivos a largo plazo» me suena a chino.

¿Haces música difícil?

No lo sé. La verdad es que no tengo ni puta idea de música. Hago cosas por intuición, y creo que puede sonar orgánico. La única putada es que hoy día estamos en un momento que gusta lo antiorgánico. Gustan las máquinas, el autotune, todo muy bien afinadito y en su sitio. A mí me gusta el error, la dinámica, las cosas que no están perfectas. Hay un libro muy interesante del filósofo Byung-Chul Han [filósofo y ensayista alemán de origen surcoreano, teórico de la cultura y profesor de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín] que habla mucho de toda esa estética actual y del cambio psicológico que nos provoca. Habla mucho de los iPhone, esos teléfonos lisos, monocromáticos, que guardan toda la pulcritud y orden, y de cómo eso nos altera mucho el concepto de belleza en la psique. Porque la belleza es la naturaleza, y esta es lo imperfecto. Siguiendo esa idea, la música me parece naturaleza misma.

Pol Batlle - La Piel

Me gusta mucho escuchar música con amiguis, y sobre todo probar cosas con la música. Ver qué nos genera. Algo que hacemos a menudo es ir a un espacio amplio, donde alguien pone la música y el resto pasean. Ponemos canciones y la gente pasea, más bien deambula. Al poner una canción tuya, la gente se paraba. Se detenía a escuchar esa canción. Haces música para parar el mundo. La gente no pasa por encima de tu música. Haces música en la que la gente se detiene porque detecta que hay algo más, que le aporta algo más.

Hostia, me encanta saber eso. Qué especial. Muchas gracias, es brutal. ¡Necesito un periodo largo para asumir todo eso! Diría que lo que me pasa es que toda esa música que hago y que sale de la intuición… tal vez dentro guarda mucha emoción. Es como un tipo de terapia. Cuando tengo algo dentro que no sé gestionar, cojo el instrumento como forma de canalizarlo. Supongo que esa es la magia de la música. Cuando soy capaz de interpretar eso y grabarlo en un disco, queda registrado de alguna forma. Que al final se completa con las letras, que están muy lejos de ser una historia explícita, o descriptiva. Soy más de describir imágenes, que sean evocadoras y potentes. Pero claro, esas imágenes no las pienso para el público, sino que son procesos vitales de mi día a día, que aparecen y me gusta tratar para lo que decía, para el sentido más terapéutico de la música.

Terapéutico, por tanto real, verdadero.

Es que toda esa otra música también podría ser real. Porque conecta con muchísima gente, pero hay caracteres y caracteres, gente y gente. A mí toda esa música no me dice tanto y tengo mi forma de verla, pero es igualmente válida. Adelante.

En «Colmena» te estrenaste con vestuario en el videoclip y las fotografías de prensa del mallorquín Pau Aulí, que ya había trabajado en el vestuario de videoclips de Ljubliana. La imagen, la estética y la iconografía te interesa tanto como la música. ¿Qué llega antes? ¿Hay estéticas que te sugieren canciones, o siempre es al revés? Comentabas algo así respecto a «Colmena».

La más clara sería «Artistas y toreros». Tenía todo ese imaginario en la cabeza. Primero porque mi abuelo materno es alguien a quien con catorce años metieron en la cárcel durante la Guerra Civil. Allí compartió celda con un gitano que le enseñó a tocar la guitarra flamenca. Después se dedicó a los tablaos hasta los treinta años. Para mí era un personaje muy especial, sobre todo porque era una persona con muchos valores, de charlas muy interesantes. Le recuerdo como un sabio, alguien a quien había que escuchar. Y recuerdo que cuando era muy pequeño le preguntaba «iaio, ¿de qué trabajabas?», y me decía «era artista, torero y pirata». Yo flipaba y me lo creía del tirón. Él tenía una espada colgada del techo, y me decía «esa era mi espada». Al final era todo mentira, pero como le gustaban mucho los toros, me sentaba con él a verlo y tengo esa imagen: yo allí sentado, horrorizado de ver al toro sangrando, preguntándome cómo es posible que esté pasando eso. Era esa otra época y esa otra forma de ver la vida. No me gusta, pero no puedo hacer otra cosa más que respetar a mi abuelo. Todo eso no me gustaba, pero por otra parte su faceta de músico era increíble. Fue una referencia.

«Artistas y toreros» me recordó que en tu cosmogonía el absurdo y sobre todo el humor no son en absoluto elementos nuevos.

Para mí el humor es muy importante. «Humor» y «amor» vienen de la misma raíz y son dos armas muy potentes para vivir esta vida. Son muy necesarias. Sino, quiere decir que estás enfadado con el mundo, y que te justificas en la maldad de los demás. También es bonito hacer un poco de autocrítica y pensar que nada de lo que haces es tan trascendental. Somos motitas de polvo que estamos en una supernova. Por cierto, lo que dices de Pau Aulí es muy interesante. Fuimos a Palma a tocar a un teatro que abrió Diego Ingold, no recuerdo el nombre…

Trampa Teatre.

¡Eso! Vino Pau, y yo llevaba una torera del siglo XVIII. Se quedó muy loco, nos enamoramos y empezamos a currar juntos. Nuestro trabajo juntos ha sido en realidad una historia de amor. Tenemos visiones muy parecidas y ha sido muy guay construir imaginarios con él. También con la gente de La Mosca de la Tele, quienes hicieron todos los videoclips de Ljubliana, ayudaron a conformar todo ese imaginario y todo ese humor absurdo. Miqui, el director, es un cachondo increíble. Tenemos un humor muy similar, que ayudó a sentar las bases de lo que acabó siendo la identidad de la banda.

Las dos personitas que estás criando van a tener unos padres artistas, unos abuelos técnicos y escenógrafos teatrales, y un bisabuelo guitarrista de flamenco. ¿Las estáis criando para que sean personas creativas, o simplemente para que elijan? ¿Y si os salen una abogada y la otra deportista?

Abogada de puta madre porque seguro que la vamos a necesitar. Y deportista es un poco más putada porque habrá que llevarla a las competiciones o partidos. Es una pena porque el deporte es muy competitivo. Ojalá sea escalada o algo así. La vertiente competitiva me da mucho miedo. De hecho, existe en la música, en las academias o el mundo de la clásica. Es una forma de vivir la música con mucho sufrimiento, y si podemos alejarnos de ello, mejor. El dolor es inevitable, pero si podemos alejarnos de sufrir nos haremos un favor.

¿Cuál fue la primera canción tuya no que les cantaste, sino que les explicaste?

Aún no ha pasado. La pequeña solo tiene un añito, pero la mayor, que cumplirá cuatro a finales de septiembre, ¡no me lo ha preguntado nunca! Lo que sí ha pasado es que ha conectado mucho con temas como «Artistas y toreros». La volvía loca, quería salir en los bolos solo para verla, que era la última canción. Supongo que ve una canción como un todo, y que las imágenes le evocan, pero no tiene la inquietud de saber, de la mano de quien la ha escrito, qué quiere decir. Está contenta con lo que destila la canción completa.

Sí, igual aún es demasiado pequeña para preguntar cosas.

Es muy filosófica, habla muchísimo. Por ejemplo, hemos hablado mucho del tema del amor, porque lamentablemente ha tenido que vivir un par. La tía ya tiene ese espíritu explorador, pero la música por ahora, por suerte, la vive como un juego. Y ojalá que sea así toda su vida.

La creatividad y sus musas vienen cuando vienen, pero a partir de la paternidad tu proceso y tus métodos creativos tienen que ser un puro Google Calendar. Nick Cave se autodefine como «oficinista del rock&roll». Dice escribir canciones de 9 a 15h, y el resto del día ni piensa en la música, se dedica a su familia.

Ahora mismo estoy leyendo un libro suyo, «Fe, esperanza y carnicería», edición de una conversación con un periodista [Seán O’Hagan, Sexto Piso, 2024]. Y justamente flipaba con sus procesos compositivos. Se compra una libreta, se marca hacer un disco de febrero a mayo, y fuera de esos meses pasa totalmente de la música. Yo todavía me estoy encontrando, sinceramente. Cuatro años no son nada, y nos hemos metido mucha tralla y mucho bolo, también con el proyecto de Rita [Payés, su pareja y con quien ha tenido a las dos niñas]. Hasta ahora digamos que lo que ha surgido con la paternidad ha venido desde el mismo sitio. Ese momento indefinido de estar en el sofá con una guitarra, buscando, jugando, y aparece. Pero sí estoy viendo que el nivel de composición actual es mucho menor que el de hace seis años. Ahora hay una búsqueda actual con voluntad de encontrar nuevas formas que también me hagan sufrir menos [ríe]. Estoy escribiendo un disco nuevo y ya tengo la mayoría de canciones, por tanto no es algo que ahora mismo sea preocupante, pero sí a nivel vital. De encontrar dónde pongo ese proceso creativo que antes hacía de una manera, dónde encajarlo y también pasarlo bien. Porque surge la culpabilidad de estar haciendo otra cosa y no estar por las hijas. Estoy descubriendo todo eso, sentirlo, intentando ponerle palabras para después colocarlas en el mejor sitio posible.

Porque solo hay dos tipos de música: la que te encuentras y la que vas a buscar. ¿Mayormente la tuya?

Hay un poco de todo. La voy a buscar y de repente me la encuentro. Si no voy, no surgirá. Sí es cierto que nunca tengo la idea a priori de qué tipo de canción quiero hacer. Es encontrar un sitio, un espacio y un momento vital donde buscar cosas que me digan algo. De hecho Nick Cave también explica algo parecido en su libro, compartimos mucho ese aspecto musical. Seríamos como músicos académicos que necesitan ese espacio de estar probando, ensayo-error, ir mirando, sintiendo y rescatando.

Pol Batlle - Echó a Quemar

Dijo Arca en entrevista, quien has señalado que para ti es un gran referente artístico y humano: «Tengo una dosis muy sana de escepticismo con respecto a lo que es la identidad». Has expuesto a menudo tu leitmotiv vital y artístico de romper con las identidades normativas. Y me ha recordado lo que me decía el otro día una amiga, artista, activista, negre y maricón: «Pensar lo que pienso me lleva a estar enfadada todo el día, y no quiero estarlo». Tú te has enfadado mucho.

Me enfado cada vez menos.

Tienes canciones en las que me ha parecido detectar ira.

Sí. Ljubliana ha sido una gran escuela para depositar esa violencia. Cuando eres adolescente es su momento. Nos pasa a todas. Tener la música para meterlo todo ahí fue ¡buáh!, una suerte. Ahora me he relajado un poco, porque tengo más perspectiva de todo aquello que no me gusta. Y la clave es aprender a convivir con ello. Es imposible un mundo de blancos y negros. Es una paleta de colores infinita, y tenemos que acoplarnos. Ahora estoy en ese punto de entenderlo, donde no vale la pena aunque a veces sea inevitable enfadarse con según qué. No digo que no lo haga.

Enfadarse no es mal motor creativo.

Exacto, hay momentos de esa violencia y de enfadarse. Pero es importante no vivir ahí.

¿Con qué banda y qué directo vienes a La Lluna en Vers?

Con Arnau Figueres a la batería, Kquimi a los teclados y Òscar Garrobé al bajo. La verdad es que vengo muy contento de un bolo hace dos días en Lleida. Nos lo pasamos muy bien, suena de la hostia, la conjunción está funcionando muy bien. Es una alegría poder ir a disfrutar cada vez más. Cada vez es más pleno debido a la espiritualidad de las personas que formamos parte de ello. ¡Guau!, eso me encanta. Si todo eso se traduce en que la gente conecte aunque sea solo un poco con ese espíritu, será brutal.

Diría que vas a la mejor posibilidad de que ocurra: vas a La Lluna en Vers. Este ciclo ha conseguido que la gente vaya aunque no conozca al artista porque su estándar de calidad es único. El espíritu de La Lluna es único.

¡Hostia qué guay! Seguro que será una noche mágica.

¿Improvisas en el escenario, en el setlist?

El setlist en principio está cerrado, aunque por ejemplo en el concierto en El Molino no fue así, metí un par de sorpresas. Pero las canciones siempre están muy abiertas a sustos. Es muy divertido.

[Hace un rato que Juna se ha unido a la videollamada, está sentada encima de Batlle; nos ha contado que se ha metido bajo la lluvia a coger una pelota que no quería que se mojase pero que ella sí, se ha empapado entera]. ¿Vendrás a Mallorca?

[Juna sonríe, y me da la impresión de que deja de llover]. ¿Sabes qué pasa? Al bolo no vendrá pero porque mañana y pasado estamos allí [Payés actúa en el Mobo y él está en la banda], luego vienen unas semanas de locos en las que estaremos todos juntos, incluido mi concierto en Menorca, pero para el de Mallorca ya no, porque venimos de otro sitio que es más lío que favor. Iré yo solo con la banda. Seremos Los Rodríguez.

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Publicado por:

Víctor Manuel Conejo Manso en Mallorca Music Magazine

Periodista de Cultura desde 1997. Lo último, 18 años en Diario de Mallorca (también como diseñador editorial). Antes recuerda haber pululado por Cadena Ser/Radio Mallorca, IB3 TV/Ràdio, Mondo Sonoro Balears, Youthing o Radioaktivitat, más diversas promotoras, productoras, agencias de comunicación, centros de creación y gestión cultural, etc. Ingresos extra como DJ y liante.

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